Todo se inicia en un día extravagante. Viene caminando Carmelo y de repente se da cuenta que la lluvia venía hacia su rumbo, algo bastante inusual, pero pareciera ser una premonición. Aquella lluvia sería como la vida: le estaría dando constantes sorpresas en la cuales tendría que experimentar constantemente. Cuando Carmelo se encaminó dentro de este diluvio se dio cuenta que iniciaba su transición de la niñez a la pubertad. Pasando una niñez normal y poco complicada, no sabía que la televisión y sus juegos de cincos, carritos y soldaditos de plástico iban a ser cuestiones superficiales como ciertas etapas de su futuro. Cuando llegó mojado a su casa y entró a su cuarto, el cual estaba tapizado con un collage elaborado de publicidad de cigarrillos y alcohol. Era evidente que el mundo que le esperaba fantasiosamente se consagraría como parte de Carmelo.
Sentado en la cama y pensando de qué manera iba a realizar parte de las conquistas que en aquel entonces quedarían lejanas, (aquellas morenas pomposas y de mal gusto, hijas pródigas que no dejaban dormir bien a Carmelo); no le bastaba tener en su bolsa de conquistas a la clásica vecina rubia de ojos verdes pero aburrida y poco pasada de peso. Aburrido de tantos “NO” como respuestas de aquellas pródigas se dedicó a ser menos caballero y empezó a convertirse en un mentiroso poco melindroso y despiadado. Esto hizo pensar a Carmelo que a pesar de que las mujeres conformarían gran parte de su vida se dio cuenta que a la mayoría les gustaba lo superficial y sobre todo la comodidad, la seguridad y muchas veces la dependencia, algo que a Carmelo no le agradaba porque le gustaba mucho su libertad. Mientras estas superficialidades sucedían, transcurría el tiempo y se daba cuenta que la vida no era una mentira y no estaba conformada de tanta superficialidad. Ya era hora de empezar su ciclo estudiantil el cual iba ser conformado por una cantidad de colegios antiluteranos, los cuales estaban regados por toda la Republica. En cada uno de ellos había una experiencia diferente. A pesar de ser un estudiante regular siempre tenia problemas en cada santo por el cual pasaba, desde acusaciones de hostigamiento sexual a compañeras, las cuales eran falsas, hasta venganzas personales con familiares allegados de los directores de dichas instituciones religiosas. Esto no hizo que Carmelo decayera, continuó con sus pesares y sus infortunios.
Carmelo empezó a acostumbrarse a que esa lluvia seguiría constante y que lo tendría que tomar con mucho sigilo. Siguió secándose y en ese proceso se percató de la fila de discos de vinil, que a pesar de estar en los ochentas costaba conseguir cuando se era adolescente y con poco acceso al dinero fácil. Nunca olvidará aquel momento que puso ese disco de Led Zeppelin que aunque no era de su época se dio cuenta que estaba perdiendo el tiempo con toda aquella basura de pop ochentero que usualmente escuchaba en las radios. Este género acompañó a Carmelo por mucho tiempo y le abrió otras puertas bizarras que en cierto momento de su vida no lo ayudaron en nada, pero era seguro que iba a entrar por las buenas o por las malas, la sociedad estaba tan convulsionada que cuesta entrar por las ventanas aunque a veces debería de ser así. Recuerda Carmelo aquel día que tuvo que ir a inscribirse por primera vez a la Universidad. Tiene tan presente cuando cursó el bachillerato en aquel colegio de fantasía donde estudiaban todos los hijos de ricachones indeseables de todos los colegios que podían existir y tenían algún renombre. “Mano, metete a una carrera técnica, sólo estudiás tres años y ya estás afuera manito”. En aquel entonces a Carmelo no le parecía una mala idea, por supuesto no lo fue, eso marcó mucho la pauta. Estando en un país donde la información sirve para manipular y utilizar a conveniencia, ingenuamente se dirigió al lugar de las inscripciones a iniciar un largo proceso burocrático a pesar de que en casa le habían dicho “qué preferís, ir a una privada o a la estatal?”. Obviamente Carmelo era un patojo aguerrido y quería probar un poco de pueblo.
Para lograr la dichosa inscripción Carmelo cargaba como veinte escasos quetzales. Siendo hijo de una familia de clase media era normal. No olvidará toda aquella carrera contra el tiempo, del edificio estatal al trabajo de papá a conseguir aquella cantidad, sin dejar a un lado el impuesto (que en ese entonces le llamaban cuota) que pedían los estudiantes de la Asociación a los estudiantes de nuevo ingreso para una supuesta fiesta de bienvenida que hasta el mo
mento Carmelo no recuerda haberla vivido. La única fiesta de bienvenida que Carmelo recuerda es aquel curso forzado de natación en la pileta central de la facultad y del corte gratuito al estilo militar y de varias fragancias que le rociaron y que por cierto Chanel ni Versace tuvieron en lo absoluto nada que ver, pero agradeció la experiencia porque fue un recordatorio para no echarse atrás en lo iba a iniciar.
En cierta manera aquella transición que Carmelo tuvo en el extranjero le iba a influir. Carmelo comenta que recibir la lluvia en su país es mucho mejor que la lluvia ácida que posiblemente recibiría en el Norte. Todavía tiene presente la convivencia con sus compañeros chinos que le enseñaban a dibujar barcos de guerra y de sus maestras negras que al realizar reuniones con los padres de familia llamaban a su mamá para felicitarla y pedirle consejos para criar a sus propios hijos. Tampoco dejaba por alto los momentos cuando llegaban aquellos camiones con equipo sofisticado y revisaban aquella gran cantidad de niños de todos colores para pronosticarles que tenían alguna deficiencia. Tampoco olvidaba aquellas caminatas que Carmelo hacía con su mamá, mensualmente, como un peregrinaje rodeando aquel inmenso estadio de beisbol a traer la dosis respectiva que serviría para curar aquel punto de diabetes que le habían detectado. Hasta este momento Carmelo no sabe si fue cierto o no; de lo que sí está seguro es de que a su corta edad tenía que defenderse de aquel mosaico de compañeros que ya jugaban a las pandillas en los pasillos subterráneos que unían la escuela con el patio principal de recreo. Tampoco va olvidar la ocasión cuando jugaba en aquella estructura metálica como de tres metros de altura que accidentalmente cayó, y agradece que hubiera tenido esa alfombra de caucho que amortiguó la caída que lo dejó sin aire.
La noticia maliciosa de que el hermano de Carmelo padecía una enfermedad terminal obligó a regresar al terruño en forma esporádica. La readaptación de Carmelo a las costumbres de su país fue un poco bochornosa en algunos aspectos. En una ocasión, en los primeros días que empezaba a asistir a su futura encrucijada por todos aquellos colegios de celibato, era usual que en el regreso, abordando aquel famoso bus amarillo, siempre se cruzaban con otros buses en aquellas estrechas calles de colonia y se dio cuenta que de bus a bus los jóvenes se saludaban muy cordialmente con sus palmas extendidas. A Carmelo le pareció un gesto de buena educación y de jovialidad, y se lo comentó a su recuperado hermano, quien le exclamo con una sonrisa sarcástica “no seás bruto mano, no se están saludando, se estaban sacando la madre!”. O que tal la vez cuando Carmelo jugaba en el jardín, ahora un aburrido estacionamiento, y estaba de brinco en brinco cuando se percató que de la vecindad venía un bonito globo transparente y de aspecto grasoso. Carmelo siempre agradeció a su hermano que lo ayudaba a que los golpes no fueran tan duros de experimentar.
La lluvia continuaba y se escuchaba como una melodía estruendosa en aquella casa estilo Juan Chapín, peculiar por sus techos de lámina que le recuerdan a Carmelo aquellas aulas de la Universidad. Tiene tan presente una que le llamaban el hemiciclo. Aquella aula era su terror, el lugar era una hondonada llena de escritorios y gente extraña, de entrada pequeña y lúgubre, entrar al lugar era trasladarse a una escena dantesca, llena de gente, de colores y de humores. Todo esto era parte de lo que tenía que afrontar en el desarrollo de su inicio en la U. Era parte de la Carrera: el que aguantara más, el que soportara más, ése se ganaría un lugar en esta estrecha meta universitaria. No sólo era aguantar el hacinamiento sino el recorrido para poder llegar a la institución estatal, soportar aquel transporte tercermundista, pelear, pelear y seguir peleando, y después de salir de ese estrés ver si podía conseguir un lugar en el aula dantesca. Aquel lugar repleto de gente, mucha sólo llenando espacio y robando oxígeno, pero ni modo, era parte del reto del sitio público. Esos tres años fueron tormentosos como la lluvia, lo bueno era que a Carmelo no le daba miedo el agua, mucho menos la lluvia.
Aquellas tardes lluviosas que gozaba y esperaba ansiosamente para poder retozar, con tanta alegría, sin preocuparse de lo que tenía que hacer en el futuro. El chapoteo y el sentir del agua en su rostro lo hacían feliz Todo aquel momento de alegría era inigualable, pero así como la lluvia pasa así pasó su niñez. Recuerda cuando finalmente le pudo hablar a aquella chica que tenia diez años más que Carmelo. Era aquel amor imposible pero que en un momento incierto te da la oportunidad. Recuerda que ella no era de su liga, aquella junta en aquel restaurante lejano y lejano porque aquel amor aparte de casi imposible era una relación no bien vista por los vecinos, ya que conocían a la princesa y también al chambelán sin mencionar que la princesa era hermana de uno de los mejores amigos de dicho chambelán. Aquel encuentro casual bajo la llovizna los llevó a cobijarse a un parque donde se dio lo que nunca pensó, llegó aquel amor que solo soñaba. Esto lo llevó a encuentros tan extraños como aquella tarde que la princesa se le filtró al cuarto a Carmelo, pero lo más inusual de ese encuentro fue cuando el hermano de la princesa lo llegó a buscar. Lo peor de todo es que se sentía el olor a testosterona que lo rodeaba, esas casualidades de la vida que se convierten en tormentas. Lo más cardiaco de la situación fue estar en el mismo lugar Carmelo, princesa y amigo testosteronoso, tomando en cuenta que Carmelo estaba acostado, la princesa encima acosándolo y en la ventana testosteronoso tocando intempestivamente y gritando “Carmelo, Carmelo, dónde estás cabrón?”. Aquella adrenalina que corría por Carmelo le hizo pensar que las mujeres siempre iban a estar presentes en su vida y le iban a causar muchos problemas….
Una tormenta estaba por reventar cerca de su ambiente siniestro y acaudalado de situaciones. Para Carmelo era usual celebrar sus navidades a lo grande, Baco estaría muy feliz con su pupilo. Carmelo poseía una familia trabajadora y que en los momentos de celebrar no escatimaban. Tamales, ponche paco, pierna, frituras y alcohol, mucho alcohol. Usualmente siempre llegaban autoinvitados a la casa. Siempre esperaba hasta las doce para poder dar el brazo y largarse a la jungla nocturna de cemento buscando siempre las celebraciones callejeras, acompañado de todo su sequito de amigos vampirescos, aquellas fiestas interminables que no tenían nunca un final feliz. Carmelo nunca entendió cuál era el encanto y el frenesí que tenían esos bacanales, siempre pasaba algo, aquella navidad no iba a ser la excepción. Carmelo siempre salía avante de los pandemonios en los que se veía involucrado y las fugas audaces que pudo realizar en esas redadas que hacían por tanto escándalo anárquico en las calles. Carmelo llegó medio borracho a aquella fiesta callejera dándose inmediatamente cuenta que a su amigo testosterona lo habían triturado a golpes. Decidió realizar justicia con sus propias manos. Qué mala noche y qué mala decisión, una experiencia de mal gusto. Todo se le fue de las manos. El pleito se volvió empírico y vulgar, un show ruidoso y circular. Se prendieron los ánimos. Carmelo logró su cometido y dejó inconsciente en medio de todo mundo al malhechor. Lo que no sabía era que al inconsciente lo acompañaban los tres hermanos y una tribu de amigos salvajes. Aquello se convirtió en una huida infernal, Carmelo supo lo que se sentía ser una pelota de futbol. Esto le sirvió para entender que la vida era muy frágil y que no se podía jugar al futbol sin reglas. Para fortuna de Carmelo sólo amaneció con su estreno reto, la mitad de la cara hinchada y un mal recuerdo.
Aquel de tantos amaneceres sentado en su estudio, desvelado, de mal humor y con un trabajo universitario que tenía que cumplir. Tantas horas dibujando que ya estaba aturdido, aquel silencio desértico que se siente cuando todo mundo está dormido y que de repente es interrumpido por un fuerte toquido en la ventana, Carmelo se preguntaba quién puede ser, a esta hora y adentro de mi casa? Por la cabeza de Carmelo pasó que lo más factible era que estaba siendo víctima del más allá. Asustado pero arrojado se lanzó a correr la cortina. Sorpresa: no había nadie. Bueno, no importa, dijo Carmelo, y continuó su actividad noctámbula. Ring!, ring!, ring! Aló! Vos Carmelo, sentiste el temblor? No vos, pensé que alguien jugaba con mi mente. A veces la vida te juega extraño, pero ni modo, había que continuar a pesar de los sobresaltos.
Aquellos tres años fueros fastuosos. Seguían los sobresaltos en el transcurrir pero nada que no haya valido la pena. Tampoco olvidaba que la facultad ya no quería al programa que habían creado ellos mismos. Cuando se vieron superados por el número de alumnos los empezaron a hostigar. No les permitían ninguna participación política, social ni de organización. Carmelo se enfurecía y tenía tan presente una ocasión que hubo votaciones para cierto puesto político en la facultad. Participaba como observador en la mesa electoral, El programa iba a ganar el puesto cuando en un santiamén cayó del segundo piso una lluvia, no de agua sino de fuegos artificiales. Lanzaron como diez ametralladoras encima de las personas. Alguien de la facultad, aprovechando el escándalo y la crisis, se apoderó de la caja donde se depositaban las papeletas y salió despavorido con todo y caja. En esa ocasión una compañera de Carmelo alcanzó al achichincle. La gente de la facultad impugnó las votaciones logrando así su sucio objetivo. Al día siguiente, después ahora sí de una copiosa lluvia, la facultad había sido tapizada de afiches en los cuales afirmaban que el programa había propiciado tan bochornoso evento politiquero. Carmelo empezó a arrancar tales afiches, sin darse cuenta que estaba siendo acordonado por una bandada de la facultad. Carmelo se vio humillado y obligado a pedir disculpas. La gente del programa se dio cuenta y nadie se metió a ayudarlo. Después de aquel terrible momento Carmelo se dio cuenta que otra vez se quedó solo y a veces ciertas causas no valen la pena. Más tarde el programa y la facultad llegaron a entenderse, como una pareja que se pelea y reencuentra para tener mejor sexo. Carmelo se preguntaba por qué será que los gobiernos son corruptos? Cuál será la raíz de todos estos desafortunados eventos? Vale la pena luchar por causas o personas?
Posteriormente Carmelo le dedicó más tiempo a su carrera técnica, la cual logró terminar. Lo que no tenía previsto era que la tesis iba a ser atrasada por su propia ex novia, quien lo había acompañado en toda la carrera. Como se anunció párrafos atrás, las mujeres le iban a causar problemas a Carmelo. Finalmente después, de una severa plática con el ex suegro, se logró finalizar el proyecto. Curioso para Carmelo que en la dedicatoria de la tesis ni siquiera lo mencionó, aparecía otro nombre y no era precisamente el de él. Qué ironía, es extraño ver como actúan las personas.
Siempre pensó que el hecho de ser un profesional le facilitaría la vida, pero no fue así. No satisfecho ingresó a otra carrera técnica. Esta ya se la tuvo que mantener económicamente él. No fue tan fácil. También probó estudiar en una universidad privada. Tuvo éxito y en cierto momento era el centro de la atención de la clase, sobre todo cuando expresaba sus ideas radicales y comunistas que le había heredado la universidad estatal. Logró ser el presidente del periódico estudiantil. Menos mal que Carmelo se dio cuenta que todo era un poema romántico, mal hecho y de poca validez. Abandonó la privada y regresó a la estatal. Terminó otra carrera técnica y una licenciatura. No fue tan fácil para Carmelo y ni lo sigue siendo.
Al principio Carmelo no conseguía trabajo porque no tenía experiencia, le replicaban los mercaderes de la industria. Esto fue lo que lo motivó a continuar estudiando a pesar de los tres títulos universitarios. Los diluvios y deslaves continúan. Todavía le cuesta conseguir mejores oportunidades: ahora que posee un superávit de conocimiento y de experiencia, las empresas lo consideran como una amenaza. Qué se puede hacer en este tercer mundo? Por qué el extranjero se vuelve la alternativa desesperada? Carmelo continúa en la lucha y sigue cultivándose. Sabe muy bien que después de la lluvia y la tempestad logrará ver el arcoiris...
Sentado en la cama y pensando de qué manera iba a realizar parte de las conquistas que en aquel entonces quedarían lejanas, (aquellas morenas pomposas y de mal gusto, hijas pródigas que no dejaban dormir bien a Carmelo); no le bastaba tener en su bolsa de conquistas a la clásica vecina rubia de ojos verdes pero aburrida y poco pasada de peso. Aburrido de tantos “NO” como respuestas de aquellas pródigas se dedicó a ser menos caballero y empezó a convertirse en un mentiroso poco melindroso y despiadado. Esto hizo pensar a Carmelo que a pesar de que las mujeres conformarían gran parte de su vida se dio cuenta que a la mayoría les gustaba lo superficial y sobre todo la comodidad, la seguridad y muchas veces la dependencia, algo que a Carmelo no le agradaba porque le gustaba mucho su libertad. Mientras estas superficialidades sucedían, transcurría el tiempo y se daba cuenta que la vida no era una mentira y no estaba conformada de tanta superficialidad. Ya era hora de empezar su ciclo estudiantil el cual iba ser conformado por una cantidad de colegios antiluteranos, los cuales estaban regados por toda la Republica. En cada uno de ellos había una experiencia diferente. A pesar de ser un estudiante regular siempre tenia problemas en cada santo por el cual pasaba, desde acusaciones de hostigamiento sexual a compañeras, las cuales eran falsas, hasta venganzas personales con familiares allegados de los directores de dichas instituciones religiosas. Esto no hizo que Carmelo decayera, continuó con sus pesares y sus infortunios.
Carmelo empezó a acostumbrarse a que esa lluvia seguiría constante y que lo tendría que tomar con mucho sigilo. Siguió secándose y en ese proceso se percató de la fila de discos de vinil, que a pesar de estar en los ochentas costaba conseguir cuando se era adolescente y con poco acceso al dinero fácil. Nunca olvidará aquel momento que puso ese disco de Led Zeppelin que aunque no era de su época se dio cuenta que estaba perdiendo el tiempo con toda aquella basura de pop ochentero que usualmente escuchaba en las radios. Este género acompañó a Carmelo por mucho tiempo y le abrió otras puertas bizarras que en cierto momento de su vida no lo ayudaron en nada, pero era seguro que iba a entrar por las buenas o por las malas, la sociedad estaba tan convulsionada que cuesta entrar por las ventanas aunque a veces debería de ser así. Recuerda Carmelo aquel día que tuvo que ir a inscribirse por primera vez a la Universidad. Tiene tan presente cuando cursó el bachillerato en aquel colegio de fantasía donde estudiaban todos los hijos de ricachones indeseables de todos los colegios que podían existir y tenían algún renombre. “Mano, metete a una carrera técnica, sólo estudiás tres años y ya estás afuera manito”. En aquel entonces a Carmelo no le parecía una mala idea, por supuesto no lo fue, eso marcó mucho la pauta. Estando en un país donde la información sirve para manipular y utilizar a conveniencia, ingenuamente se dirigió al lugar de las inscripciones a iniciar un largo proceso burocrático a pesar de que en casa le habían dicho “qué preferís, ir a una privada o a la estatal?”. Obviamente Carmelo era un patojo aguerrido y quería probar un poco de pueblo.
Para lograr la dichosa inscripción Carmelo cargaba como veinte escasos quetzales. Siendo hijo de una familia de clase media era normal. No olvidará toda aquella carrera contra el tiempo, del edificio estatal al trabajo de papá a conseguir aquella cantidad, sin dejar a un lado el impuesto (que en ese entonces le llamaban cuota) que pedían los estudiantes de la Asociación a los estudiantes de nuevo ingreso para una supuesta fiesta de bienvenida que hasta el mo

En cierta manera aquella transición que Carmelo tuvo en el extranjero le iba a influir. Carmelo comenta que recibir la lluvia en su país es mucho mejor que la lluvia ácida que posiblemente recibiría en el Norte. Todavía tiene presente la convivencia con sus compañeros chinos que le enseñaban a dibujar barcos de guerra y de sus maestras negras que al realizar reuniones con los padres de familia llamaban a su mamá para felicitarla y pedirle consejos para criar a sus propios hijos. Tampoco dejaba por alto los momentos cuando llegaban aquellos camiones con equipo sofisticado y revisaban aquella gran cantidad de niños de todos colores para pronosticarles que tenían alguna deficiencia. Tampoco olvidaba aquellas caminatas que Carmelo hacía con su mamá, mensualmente, como un peregrinaje rodeando aquel inmenso estadio de beisbol a traer la dosis respectiva que serviría para curar aquel punto de diabetes que le habían detectado. Hasta este momento Carmelo no sabe si fue cierto o no; de lo que sí está seguro es de que a su corta edad tenía que defenderse de aquel mosaico de compañeros que ya jugaban a las pandillas en los pasillos subterráneos que unían la escuela con el patio principal de recreo. Tampoco va olvidar la ocasión cuando jugaba en aquella estructura metálica como de tres metros de altura que accidentalmente cayó, y agradece que hubiera tenido esa alfombra de caucho que amortiguó la caída que lo dejó sin aire.
La noticia maliciosa de que el hermano de Carmelo padecía una enfermedad terminal obligó a regresar al terruño en forma esporádica. La readaptación de Carmelo a las costumbres de su país fue un poco bochornosa en algunos aspectos. En una ocasión, en los primeros días que empezaba a asistir a su futura encrucijada por todos aquellos colegios de celibato, era usual que en el regreso, abordando aquel famoso bus amarillo, siempre se cruzaban con otros buses en aquellas estrechas calles de colonia y se dio cuenta que de bus a bus los jóvenes se saludaban muy cordialmente con sus palmas extendidas. A Carmelo le pareció un gesto de buena educación y de jovialidad, y se lo comentó a su recuperado hermano, quien le exclamo con una sonrisa sarcástica “no seás bruto mano, no se están saludando, se estaban sacando la madre!”. O que tal la vez cuando Carmelo jugaba en el jardín, ahora un aburrido estacionamiento, y estaba de brinco en brinco cuando se percató que de la vecindad venía un bonito globo transparente y de aspecto grasoso. Carmelo siempre agradeció a su hermano que lo ayudaba a que los golpes no fueran tan duros de experimentar.
La lluvia continuaba y se escuchaba como una melodía estruendosa en aquella casa estilo Juan Chapín, peculiar por sus techos de lámina que le recuerdan a Carmelo aquellas aulas de la Universidad. Tiene tan presente una que le llamaban el hemiciclo. Aquella aula era su terror, el lugar era una hondonada llena de escritorios y gente extraña, de entrada pequeña y lúgubre, entrar al lugar era trasladarse a una escena dantesca, llena de gente, de colores y de humores. Todo esto era parte de lo que tenía que afrontar en el desarrollo de su inicio en la U. Era parte de la Carrera: el que aguantara más, el que soportara más, ése se ganaría un lugar en esta estrecha meta universitaria. No sólo era aguantar el hacinamiento sino el recorrido para poder llegar a la institución estatal, soportar aquel transporte tercermundista, pelear, pelear y seguir peleando, y después de salir de ese estrés ver si podía conseguir un lugar en el aula dantesca. Aquel lugar repleto de gente, mucha sólo llenando espacio y robando oxígeno, pero ni modo, era parte del reto del sitio público. Esos tres años fueron tormentosos como la lluvia, lo bueno era que a Carmelo no le daba miedo el agua, mucho menos la lluvia.
Aquellas tardes lluviosas que gozaba y esperaba ansiosamente para poder retozar, con tanta alegría, sin preocuparse de lo que tenía que hacer en el futuro. El chapoteo y el sentir del agua en su rostro lo hacían feliz Todo aquel momento de alegría era inigualable, pero así como la lluvia pasa así pasó su niñez. Recuerda cuando finalmente le pudo hablar a aquella chica que tenia diez años más que Carmelo. Era aquel amor imposible pero que en un momento incierto te da la oportunidad. Recuerda que ella no era de su liga, aquella junta en aquel restaurante lejano y lejano porque aquel amor aparte de casi imposible era una relación no bien vista por los vecinos, ya que conocían a la princesa y también al chambelán sin mencionar que la princesa era hermana de uno de los mejores amigos de dicho chambelán. Aquel encuentro casual bajo la llovizna los llevó a cobijarse a un parque donde se dio lo que nunca pensó, llegó aquel amor que solo soñaba. Esto lo llevó a encuentros tan extraños como aquella tarde que la princesa se le filtró al cuarto a Carmelo, pero lo más inusual de ese encuentro fue cuando el hermano de la princesa lo llegó a buscar. Lo peor de todo es que se sentía el olor a testosterona que lo rodeaba, esas casualidades de la vida que se convierten en tormentas. Lo más cardiaco de la situación fue estar en el mismo lugar Carmelo, princesa y amigo testosteronoso, tomando en cuenta que Carmelo estaba acostado, la princesa encima acosándolo y en la ventana testosteronoso tocando intempestivamente y gritando “Carmelo, Carmelo, dónde estás cabrón?”. Aquella adrenalina que corría por Carmelo le hizo pensar que las mujeres siempre iban a estar presentes en su vida y le iban a causar muchos problemas….
Una tormenta estaba por reventar cerca de su ambiente siniestro y acaudalado de situaciones. Para Carmelo era usual celebrar sus navidades a lo grande, Baco estaría muy feliz con su pupilo. Carmelo poseía una familia trabajadora y que en los momentos de celebrar no escatimaban. Tamales, ponche paco, pierna, frituras y alcohol, mucho alcohol. Usualmente siempre llegaban autoinvitados a la casa. Siempre esperaba hasta las doce para poder dar el brazo y largarse a la jungla nocturna de cemento buscando siempre las celebraciones callejeras, acompañado de todo su sequito de amigos vampirescos, aquellas fiestas interminables que no tenían nunca un final feliz. Carmelo nunca entendió cuál era el encanto y el frenesí que tenían esos bacanales, siempre pasaba algo, aquella navidad no iba a ser la excepción. Carmelo siempre salía avante de los pandemonios en los que se veía involucrado y las fugas audaces que pudo realizar en esas redadas que hacían por tanto escándalo anárquico en las calles. Carmelo llegó medio borracho a aquella fiesta callejera dándose inmediatamente cuenta que a su amigo testosterona lo habían triturado a golpes. Decidió realizar justicia con sus propias manos. Qué mala noche y qué mala decisión, una experiencia de mal gusto. Todo se le fue de las manos. El pleito se volvió empírico y vulgar, un show ruidoso y circular. Se prendieron los ánimos. Carmelo logró su cometido y dejó inconsciente en medio de todo mundo al malhechor. Lo que no sabía era que al inconsciente lo acompañaban los tres hermanos y una tribu de amigos salvajes. Aquello se convirtió en una huida infernal, Carmelo supo lo que se sentía ser una pelota de futbol. Esto le sirvió para entender que la vida era muy frágil y que no se podía jugar al futbol sin reglas. Para fortuna de Carmelo sólo amaneció con su estreno reto, la mitad de la cara hinchada y un mal recuerdo.
Aquel de tantos amaneceres sentado en su estudio, desvelado, de mal humor y con un trabajo universitario que tenía que cumplir. Tantas horas dibujando que ya estaba aturdido, aquel silencio desértico que se siente cuando todo mundo está dormido y que de repente es interrumpido por un fuerte toquido en la ventana, Carmelo se preguntaba quién puede ser, a esta hora y adentro de mi casa? Por la cabeza de Carmelo pasó que lo más factible era que estaba siendo víctima del más allá. Asustado pero arrojado se lanzó a correr la cortina. Sorpresa: no había nadie. Bueno, no importa, dijo Carmelo, y continuó su actividad noctámbula. Ring!, ring!, ring! Aló! Vos Carmelo, sentiste el temblor? No vos, pensé que alguien jugaba con mi mente. A veces la vida te juega extraño, pero ni modo, había que continuar a pesar de los sobresaltos.
Aquellos tres años fueros fastuosos. Seguían los sobresaltos en el transcurrir pero nada que no haya valido la pena. Tampoco olvidaba que la facultad ya no quería al programa que habían creado ellos mismos. Cuando se vieron superados por el número de alumnos los empezaron a hostigar. No les permitían ninguna participación política, social ni de organización. Carmelo se enfurecía y tenía tan presente una ocasión que hubo votaciones para cierto puesto político en la facultad. Participaba como observador en la mesa electoral, El programa iba a ganar el puesto cuando en un santiamén cayó del segundo piso una lluvia, no de agua sino de fuegos artificiales. Lanzaron como diez ametralladoras encima de las personas. Alguien de la facultad, aprovechando el escándalo y la crisis, se apoderó de la caja donde se depositaban las papeletas y salió despavorido con todo y caja. En esa ocasión una compañera de Carmelo alcanzó al achichincle. La gente de la facultad impugnó las votaciones logrando así su sucio objetivo. Al día siguiente, después ahora sí de una copiosa lluvia, la facultad había sido tapizada de afiches en los cuales afirmaban que el programa había propiciado tan bochornoso evento politiquero. Carmelo empezó a arrancar tales afiches, sin darse cuenta que estaba siendo acordonado por una bandada de la facultad. Carmelo se vio humillado y obligado a pedir disculpas. La gente del programa se dio cuenta y nadie se metió a ayudarlo. Después de aquel terrible momento Carmelo se dio cuenta que otra vez se quedó solo y a veces ciertas causas no valen la pena. Más tarde el programa y la facultad llegaron a entenderse, como una pareja que se pelea y reencuentra para tener mejor sexo. Carmelo se preguntaba por qué será que los gobiernos son corruptos? Cuál será la raíz de todos estos desafortunados eventos? Vale la pena luchar por causas o personas?
Posteriormente Carmelo le dedicó más tiempo a su carrera técnica, la cual logró terminar. Lo que no tenía previsto era que la tesis iba a ser atrasada por su propia ex novia, quien lo había acompañado en toda la carrera. Como se anunció párrafos atrás, las mujeres le iban a causar problemas a Carmelo. Finalmente después, de una severa plática con el ex suegro, se logró finalizar el proyecto. Curioso para Carmelo que en la dedicatoria de la tesis ni siquiera lo mencionó, aparecía otro nombre y no era precisamente el de él. Qué ironía, es extraño ver como actúan las personas.
Siempre pensó que el hecho de ser un profesional le facilitaría la vida, pero no fue así. No satisfecho ingresó a otra carrera técnica. Esta ya se la tuvo que mantener económicamente él. No fue tan fácil. También probó estudiar en una universidad privada. Tuvo éxito y en cierto momento era el centro de la atención de la clase, sobre todo cuando expresaba sus ideas radicales y comunistas que le había heredado la universidad estatal. Logró ser el presidente del periódico estudiantil. Menos mal que Carmelo se dio cuenta que todo era un poema romántico, mal hecho y de poca validez. Abandonó la privada y regresó a la estatal. Terminó otra carrera técnica y una licenciatura. No fue tan fácil para Carmelo y ni lo sigue siendo.
Al principio Carmelo no conseguía trabajo porque no tenía experiencia, le replicaban los mercaderes de la industria. Esto fue lo que lo motivó a continuar estudiando a pesar de los tres títulos universitarios. Los diluvios y deslaves continúan. Todavía le cuesta conseguir mejores oportunidades: ahora que posee un superávit de conocimiento y de experiencia, las empresas lo consideran como una amenaza. Qué se puede hacer en este tercer mundo? Por qué el extranjero se vuelve la alternativa desesperada? Carmelo continúa en la lucha y sigue cultivándose. Sabe muy bien que después de la lluvia y la tempestad logrará ver el arcoiris...
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