jueves, 19 de noviembre de 2009

Rock e Historia: Pink Floyd en Pompeya




Blog Con-secuencias

Revista Ñ, Buenos Aires

10 de octubre de 2009

Alfredo Rosso

 

Jamás consentiré en que me incluyan en las huestes de los que piensan que “todo tiempo pasado fue mejor”. Ese concepto de “paraíso perdido” que nunca podremos recuperar me parece pernicioso para poder vivir y disfrutar del presente. Pero debo confesar que a veces tengo un dejo de cariño y secreta nostalgia por ciertos momentos en que el rock desafió límites y fronteras en su afán de vincularse con la historia y con otras ramas del arte, a veces dando origen a proyectos que –vistos desde afuera- podrían ser considerados como faraónicos. De todas maneras, pienso, es mejor que te critiquen por algo que hiciste que por haberte quedado con las ganas. Y en este sentido, hay una deliciosa y bizarra pieza de la historia del rock que unió a principios de los ’70 a Pink Floyd con el director de cine Adrian Maben. El resultado fue el film “Pink Floyd Live at Pompeii”, realizado en la míticas ruinas de la ciudad romana, arrasada por una erupción del volcán Vesubio en el año 79 de nuestra era.

 

La gestación del proyecto sorprende por lo casual. El director Adrian Maben simplemente llamó a Stephen O’Rourke, manager de Pink Floyd, a principios de los ’70, para proponerle la idea de hacer una película con el grupo. A esa altura, todo lo que tenía en mente Maben era “una especie de matrimonio entre el arte y Pink Floyd”. El director viajó a Londres para discutir sus planes con O’Rourke y con el guitarrista David Gilmour y la primera idea que se ocurrió fue hacer algo que involucrase la música de Floyd con pintores como Magritte, De Chirico, Christo o Jean Tinguely o con escultores. La reunión fue amable pero no llegaron a ninguna conclusión definitiva. Meses más tarde, Maben viajó con su novia de entonces a Italia y visitó las ruinas de Pompeya. Esa noche se dio cuenta que había perdido su pasaporte y, al reflexionar, concluyó que lo había dejado en el anfiteatro de Pompeya. Así que regresó, solo, con las últimas luces del día, y allí, entre los monumentos, las esculturas y pinturas de un tiempo que había quedado en suspensión Maben tuvo su epifanía: ese era el lugar ideal para filmar a Pink Floyd. “En el silencio casi místico del anochecer, me di cuenta que Pompeya tenía todo: tenía muerte, tenía sexo y tenía mucha vida latente. Y en ese anfiteatro, Pink Floyd podría volver todo eso a la vida plena.”

 

De todas formas, Adrian Maben no quería hacer un típico documental de rock, al estilo de Woodstock, que muestra por un lado a los grupos y por el otro la reacción del público, ni tampoco a la manera del “cinema-verité” que Donn Alan Pennebaker encaró con “Don’t look back”, siguiendo a Bob Dylan, cámara en mano, por los camarines y los backstages de su gira inglesa del ’65. “Mi película iba a ser una especie de anti-Woodstock. Sin público; sólo la música y el silencio. Pensé que el anfiteatro vacío tendría tanto significado –sino más- que un millón de pesonas.”

 

Filmar en Pompeya suponía varios desafíos. Uno que Maben conocía desde el vamos era que Pink Floyd jamás consentiría en hacer “playback”, sino que sería un concierto real, con los cuatro músicos tocando en vivo, y que se grabaría en una máquina de 24 canales, como si fuese un álbum más. De hecho, el manager de ruta de Floyd en aquel momento, Peter Watts, pensó que la calidad de la grabación fue tan buena o mejor que la que se podría lograr en un estudio normal, ya que el sonido rebotaba en las paredes de piedra del anfiteatro y le daba un agradable efecto de eco a todos los temas. Otra de las cuestiones era el equipamiento técnico. En aquellos días, Pink Floyd tenía un montón de equipos, que debieron se transportados en gigantescos camiones Avis desde Londres hasta Pompeya. La idea original era filmar durante seis días pero casi la mitad del tiempo estipulado se perdió en tratar de que la electricidad fluyera en forma contínua al lugar, ya que la corriente se desconectaba todo el tiempo. Créase o no, el problema se solucionó tirando un largo cable que iba desde el el anfiteatro al municipio de la ciudad actual de Pompeya y poniendo a una persona encargada de asegurarse que nadie lo desenchufara…

 

Maben llevó a los cuatro músicos a Pozzuoli, donde tomó algunas escenans de baños de lodo y fumarolas. Hasta eso resultó tortuoso, porque ese día había una procesión dedicada a la Vírgen María en Pompeya y el tráfico los detuvo durante horas. Después de eso todo anduvo bien y el concierto se realizó sin mayores problemas, aunque hubo que cerrar los accesos al anfiteatro para evitar “colados”. En cuanto a la selección de los temas, el manager Rourke había llegado antes que Pink Floyd con un demo grabado en forma de acetato de los temas que la banda deseaba tocar. Maben pidió prestado un pequeño tocadiscos en su hotel y, escuchando las canciones, hizo una sinopsis musical: qué filmar, en qué momento, qué tipo de ángulos tomar en cuenta y todo eso. “Nos llevó toda una noche pero lo conseguimos… Teníamos que ser precisos y estar mentalmente preparados. Por eso anotaba todo. Hoy en día lo haríamos con una computadora pero, en aquel entonces, era todo bolígrafo, papel y un cronómetro.”

 

“Pink Floyd Live at Pompeii” se filmó en octubre de 1971 y en el anfiteatro Pink Floyd tocó “Echoes, part I”, “Careful with that axe, Eugene”, “One of these days”, “A saucerful of secrets”, “Set the controls for the heart of the sun”, “Mademoiselle Nobs” (antes conocida como “Seamus”) y “Echoes, part II”. Estos son los temas que figuran en la película original, estrenada en 1972, y la selección del material corrió por cuenta de la banda. “La única sugerencia que les hice”, dice Maben, “fue que tocasen uno o dos temas de su viejo repertorio. Y así fue como hicieron “A saucerful of secrets”, que se grabó y filmó en Pompeya, casi al anochecer, y “Careful with that axe, Eugente”, que se realizó en París, donde luego completamos la filmación.

 

La idea de realizar algunas tomas extras en París, días más tarde, puede haber tenido que ver con el escaso tiempo del que Maben dispuso en Pompeya. En la capital francesa, la idea fue que la banda tocara con un “background” de escenas de Pompeya creado con el sistema Transflix. “Una máquina gigantesca, como un elefante de hierro, a la que le podés poner lo que quieras, ya sea película o diapositivas, que luego se proyectan en una pantalla.” Esas son las escenas que vemos detrás de Pink Floyd en las secuencias parisinas. Según la mirada actual de Maben, esas fueron las escenas más frágiles de la película. “Fue una mala idea. A los músicos no les gustó, pero ya era tarde para sacarlas del film. Si pudiera hacer la película de nuevo, las hubiera suprimido.”

 

El film original del ’72, que tiene sólo la actuación de la banda en Pompeya y en París, dura 60 minutos y la versión reestrenada en 1974, que salió también en video VHS y en LaserDisc, fue “engordada” con escenas de estudio de grabación, sumándosele 20 minutos más. Adrian Maben se dio el gusto de hacer el “Director’s cut” de “Pink Floyd Live at Pompeii” en 2003, y esta es la versión que se consigue actualmente en DVD, y que AVH y Universal editaron en Argentina. El “Director’s cut” dura 92 minutos, y además del grupo en vivo y en estudio incluye fascinantes escenas de las ruinas de Pompeya, intercaladas en el footage preexistente con muy buen gusto.

 

Respecto de las escenas de Pink Floyd en estudio de grabación, donde puede vérselos registrando temas como “On the run”, “Us and them” y “Brain damage”, Maben dice que en 1973 fue a pescar con Roger Waters y el director le pidió que lo dejase filmar a la banda grabando en el estudio, “para poder mostrar cómo hacían esos sonidos, el proceso creativo que había detrás, las técnicas que usaban. Así que, amablemente, me dejaron volver a filmarlos, con un pequeño número de técnicos, en los estudios Abbey Road de la EMI, donde, justamente, estaban registrando en ese momento ‘The Dark Side of the Moon’. Tuve mucha suerte de que se tratara de ese disco, pero creo que parte de la esencia del film es haber estado en el lugar indicado y en el momento indicado. Hay un elemento de azar y de suerte en juego y justo tuvimos esa suerte. El resultado está en este ‘Director’s cut’”

 

Desde el punto de vista musical, el film “Pink Floyd Live at Pompeii” encuentra a la banda en uno de sus picos creativos, justo en el momento en que efectuaban la transición entre el “rock cósmico” de temas como “A sauceful of secrets”, “Set the controls for the heart of the sun” e incluso “Echoes”, la pieza central del álbum “Meddle”, al enfoque de mayor contenido social y humanista de “The Dark Side of the Moon”, donde el potencial compositivo y conceptual de Roger Waters comienza a manifestarse en toda su dimensión. El DVD permite, además, acceder a la versión original de la película y también a una ilustrativa entrevista con el director, de la cual he obtenido las declaraciones que ilustran esta entrada. En definitiva, “Pink Floyd Live In Pompeii” es un film fascinante acerca de unos de los grupos capitales en la historia del rock. No se la pierdan.”


viernes, 13 de noviembre de 2009

viernes, 6 de noviembre de 2009

GENE SIMMONS EN NEW ORLEANS


El País, Madrid

6 de noviembre de 2009

 

El chiste más largo del rock

 

LINO PORTELA (NUEVA ORLEANS)

Hace 35 años, KISS cambió la cara del rock. Entre diabólico y cómico, su cantante, Gene Simmons, asegura haberse acostado con 4.000 mujeres. Descubrimos qué hay de cierto en la leyenda con motivo de la presentación de su primer disco con canciones nuevas en una década.

"Si habéis venido aquí a buscar soluciones para frenar el cambio climático", dice el guitarrista de KISS, Paul Stanley, de 57 años, sobre el escenario de Nueva Orleans, "os habéis equivocado de concierto". También os habéis equivocado de reportaje.

Si aún sigues ahí es porque quizá te interese la banda "más caliente del mundo". El grupo más excitante de rock and roll de los últimos 35 años. Pero también el más absurdo, grotesco y, en ocasiones, ridículo de todos los tiempos.

Ahí va una pequeña muestra. Son las cuatro de la tarde y algunas chicas, con decenas de collares al cuello, enseñan sus siliconados pechos por las calles de Nueva Orleans (EE UU). No estamos en el carnaval de Mardi Gras, donde el exhibicionismo es una tradición, sino en Halloween. Pero da igual: ésta sí que es la ciudad del pecado y no Las Vegas. A dos manzanas del curioso espectáculo, Gene Simmons jura y perjura que está muy interesado en la política. Nacido hace 59 años en Israel, el cantante, bajista y líder de KISS tiene la solución definitiva para arreglar el conflicto de Oriente Próximo: una invasión extraterrestre. Como suena. "A los extraterrestres no les interesan nuestros problemas", dice. "Cuando nos invadan se nos olvidará toda esa mierda religiosa y no habrá diferencias entre nosotros. Seremos simplemente hermanos terrícolas y dejaremos de lado nuestros conflictos para luchar contra ellos". Señor Simmons, ¿cree usted en los extraterrestres? "Todavía no", responde el bajista muy serio. "Pero matemáticamente es muy probable que existan". Toma castaña. Ahí queda eso.

Lo que pocos dudan es que Gene Simmons es un espécimen curioso. Mide casi dos metros y su mirada tiene una mezcla de tío bonachón y asesino. A los ocho años llegó a EE UU junto a su familia judía perseguida por los nazis. Hoy es un peculiar icono de América. No sólo gracias a su grupo KISS. Hay más: actualmente tiene su propio reality show en televisión, Family jewels, donde, al estilo The Osbournes, exhibe su día a día y el de su familia. Incluso su encuentro con EP3 fue grabado para el programa.

Además, Gene ha sido actor secundario (apareció en un capítulo de Corrupción en Miami), descubrió a Van Halen, fue manager de Liza Minnelli y novio de Cher y Diana Ross, ha grabado con Dylan y Frank Zappa y asegura haberse acostado con más de 4.000 mujeres. "A veces, hasta con siete a la vez", explica orgulloso sin importarle que su esposa, la actriz erótica Shannon Tweed, y madre de sus dos hijos ande merodeando a pocos metros de él. El lema de Gene Simmons siempre ha sido: "Detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. Y detrás de esa mujer estoy yo". Pero luego hablaremos de este espinoso asunto y de su fama de machista.

Hoy está en Nueva Orleans para tocar en directo con su banda KISS, que acaba de publicar su vigésimo tercer disco, Sonic boom, y primero con temas nuevos desde hace 11 años. Once canciones pegadizas y deliciosamente pegajosas que recuperan el sonido rockero de sus comienzos. También la temática de brocha gorda: salir, ir con mujeres, montar fiestas y tocar rock. En Sonic boom se incluye un disco con sus grandes éxitos regrabados que transportan a los mejores años de la banda: los setenta, cuando Simmons creó KISS junto a su amigo de la infancia y guitarrista Paul Stanley. Desde el principio fue una banda distinta. Maquillados como monstruos diabólicos, su música se salía del rock progresivo imperante en la época, y sus conciertos eran una mezcla de teatro, circo y pasaje del terror.

Aparte de la música, durante estas tres décadas y media KISS ha funcionado como una franquicia de sí mismo. Gene es un genio del marketing. De hecho, practicamente lo inventó él en 1977. Aquel año, Kiss y una película recién estrenada titulada Star wars fueron las dos marcas más rentables del año. Existen cómics, tazas, chapas, camisetas, juguetes, un ejército de fans (la KISS Army), botellas de vino y, cómo no, condones lubricados marca KISS. "Los he probado personalmente y te puedo asegurar que son buenos", explica Gene mientras las cámaras de Family jewels no dejan de grabar. Un universo que ha reportado miles de dólares. "Más o menos sé el dinero que tengo", asegura Simmons. "El dinero es lo más importante del mundo. Pero lo más divertido no es tenerlo, sino la forma de ganarlo. Yo no uso joyas y esta ropa que llevo [una camisa y pantalones vaqueros del montón] es de propaganda".

Pero si algo distingue a KISS del resto de los mortales es su maquillaje. Desde el principio de su carrera, los cuatro miembros del grupo salían a tocar caracterizados como personajes de ficción. Gene Simmons es El Diablo. "Tiene mucho que ver con lo que tengo dentro", asegura. Paul Stanley, con una estrella dibujada en su cara, es El Chico Estrella. El guitarrista Ace Frehley fue El Hombre del Espacio y el batería Peter Criss, El Gato. Los dos últimos ya no están en el grupo. Sus problemas con las drogas y el alcohol les costó la expulsión, y sus puestos los ocupan ahora dos entrañables mercenarios.

Quizá por este aspecto entre lo diabólico y lo cómico, de la banda se han contado miles de leyendas. La mayoría, falsas. En los setenta se decía que robaban niños ("ésa es, evidentemente, falsa", confirma Gene); o que la lengua de Gene era un injerto de una de vaca ("también es falso"). Lo único que parece cierto es que Gene no bebe alcohol ni ha tomado nunca drogas. "Sí me he tomado alguna cerveza y he ido al dentista a que me drogue", precisa Gene, "pero nunca me he emborrachado. El tabaco, el alcohol y las drogas no están hechos para mí". Aunque sí el sexo.

Otra leyenda que se cuenta sobre Simmons es que aún conserva un álbum fotográfico de las más de 4.000 mujeres con las que asegura haberse acostado. "Ese álbum existe, aunque sólo tengo fotos de 480 mujeres", reconoce. "Sí me he acostado con 4.000 mujeres desde 1974 [un año después de montar el grupo]. Te lo juro. Es el poder del maquillaje", asegura. "Viene de muy lejos. El hombre siempre se ha maquillado. Lo hacían los chamanes para las ceremonias religiosas. Luego se pintaban para la guerra. Años después, las mujeres se dieron cuenta del poder del maquillaje. Pregúntales a ellas. Por el día, cuando no llevan maquillaje, nadie les hace caso. Cuando se lo ponen por la noche son irresistibles". Ya, eso está muy bien, pero... ¿4.000 mujeres en 35 años? ¿Una mujer cada tres días de media, incluido festivos? "Algunas noches he estado con dos mujeres y otras, con siete a la vez. Una vez fue jugando a Ponle la cola al burro". ¿Perdón? "Es un juego infantil en el que, con los ojos tapados, hay que pinchar con una aguja en el dibujo de un burro para ponerle la cola. Aquella noche yo tenía los ojos vendados, como en el juego, pero enfrente no tenía un dibujo, sino siete mujeres. Tampoco jugaba con una aguja".

Son las diez de la noche en el parque central de Nueva Orleans donde se celebra el festival Voodoo Experience. Jane's Addiction termina su actuación. Gene, Paul y sus compinches llevan dos horas maquillándose en los camerinos. "¿Queréis lo mejor? Tendréis lo mejor", anuncia una voz. El directo en 2009 de KISS es tal y como lo imaginas: explosiones, disparos de fuego desde el mástil de las guitarras, espadas en llamas, tirolinas que hacen que Gene y Paul vuelen sobre las cabezas del público. Y una sucesión de clásicos apabullantes: Hotter than hell, Doctor Love, Rock and roll all night (con miles de confetis), Love gun, Detroit rock city. Y para acabar, unos fuegos artificiales que ya querrían muchas ciudades para sus fiestas patronales.

"En este punto ya sólo competimos contra nosotros mismos", nos decía días antes del concierto Paul Stanley. Una pirotecnia que no ensombrece las dotes musicales de estos cuatro showmen que son mucho más que una banda de broma. Cosa que piensa mucha gente. "No sé cómo decirlo para que no suene arrogante...", piensa Gene en voz alta. "Soy demasiado rico para que me importe lo que digan los críticos". Una prueba más de que KISS son como un chiste de esos largos que cuenta Chiquito de la Calzada. Si le pillas la gracia a la primera, llorarás de la risa. Si no, todo resultará ridículo y patético. Las dos opciones son válidas y acertadas.